Hoy desperté con el clásico síntoma del resfrío: el cuerpo cortado, como diría mi madre. Apenas me levanté a tomar desayuno y tuve que volver a la cama. Dormité un rato, pero no tenía ganas de estar acostada. Al final, el único incentivo para ponerme de pie fueron las ganas de cocinar. Paradójico, pensarán, pero energizante. Descubrí que cocinar me relaja y ayuda a pensar. Es motivante preparar los alimentos: pelar las cebollas, picar los pimentones, como lo hice hoy para el menú del día. Las omelets me recuerdan mi casa materna: mi mamá acostumbraba a salir del paso preparándolas con lo que hubiese en el refrigerador, lechuga incluida.
Siguiendo su estilo, las que preparé hoy fueron de cebolla y pimentón. Una por persona. En total fueron 3 y los ingredientes utilizados los siguientes: 1 cebolla, 3 cebollines pequeños, 2 pimentones (rojo y verde para el color) y 6 huevos.
La preparación es muy simple. Partes picando la cebolla en pluma, los cebollines y los pimentones en juliana. Luego salteas todo con un poco de mantequilla y especias a gusto. Para la preparación de cada omelet bates dos huevos (es más liviano utilizar solo una yema) hasta formar una espuma tipo merengue. Agregas un poco de sal, pimienta y eneldo y llevas el batido al sartén con muy poco aceite. A continuación colocas 1/3 del salteado en la mitad izquierda del omelet, esperas unos minutos para que se dore y juntas el batido como formando una empanada. Y listo.
Como siempre, el acompañamiento es opcional. El nuestro fue mucho tomate con albahaca y ají para los picantes.
Buen día...
Foto: Víctor Rojas
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