Qué ricas son algunas comidas de un día para otro!. Charquicán, fideos con salsa y los exquisitos porotos. Como los que comí hoy. Los ingredientes se mezclan hasta convertirse en uno. Lo que provoca una sensación de placer indescriptible al paladar: única e irrepetible. Esa es la magia de comer, que no pasa por la reiterativa acción de meterse alimentos a la boca para sentirse satisfecho por unas cuantas horas.
Comer también significa disfrutar. Por eso tiene que ser un acto conciente, tanto con nuestro cuerpo como con lo que nos llevamos a la boca. Para mí, como para muchos, es un acto político que se materializa en la opción de vida de no comer carne. Como también en la preocupación de saber qué comemos: no es lo mismo comerse un tomate proveniente de una parcela familiar de Limache, que uno plantado con semillas transgénicas. Esto es, genéticamente modificado para obtener mayor productividad.
Hace unos días encontré en Jo!, la maravillosa tienda de ropa y accesorios de mi amiga Javiera (vayan a visitarla en Loreto 55, Recoleta) un libro-recetario. De diseño artesanal, estaba compuesto sólo de recetas veganas (o sea, sin ningún ingrediente proveniente de los animales) explicadas con mucha simplicidad y creatividad. Ahora no recuerdo su nombre -porque pese a haberlo comprado, se lo regalé a mi chef favorito, quien lo lleva consigo de un lado para otro-, pero está inspirado en Alicia en el país de la maravillas...creo que su título es algo como Alicia en el país de las begans...luego lo confirmo.
En su introducción Álvaro, su autor, explicaba que para él ser vegano era un acto político por varias razones. Y una de sus formas de llevarlo a la práctica era publicando sus propias recetas.
De eso se trata al fin y al cabo... Se viene la revolución cabros!!!
PD: Hoy mi staff fotográfico me abandonó, así que los dejó con una imagen prestada del planeta web.
Buen día...
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